No basta con quererlo, acariciarlo, pensar en él todo el tiempo. Un plan B (un proyecto, una nueva área de trabajo, una empresa) requiere mucha pasión, ganas, compromiso y hasta aceptar la incertidumbre que genera, en algunos casos, la inestabilidad económica y la salida de la llamada zona de confort.
La capacitación, el análisis y la planificación son básicos para arrancar, pero no sabrá si el proyecto es o no viable, y si tendrá éxito, hasta que no lo ponga en marcha. Y, además, necesitará tiempo para comprobarlo. No valen unos pocos meses.
Arturo Merayo, socio director de Cícero Formación, profesor de dirección de comunicación y gestión de intangibles de la Universidad de Murcia (España), y quien ya ha pasado varias veces por este proceso en su vida personal, explica: “Mucha gente afronta un plan B pensando que a los tres meses va a estar encumbrado en la gloria, y no suele ser así. Los proyectos de emprendimiento normalmente crecen muy poco a poco. Pero lo importante es que estemos felices con lo que hacemos, que sintamos que –aunque costoso y lleno de incertidumbres– ese es el camino correcto.
Para no ‘estrellarse’ hay tres aspectos fundamentales: “Pedir consejo a muchas personas con anterioridad, es decir, calibrar muchas opiniones; estar muy motivado e ilusionado con el proyecto, porque la motivación es el combustible imprescindible en todo plan B, y plasmarlo en un plan muy definido. No valen los voluntarismos, las ideas generales: hay que tenerlo todo bien estudiado y, a la vez, estar dispuesto a cambiar parte de la estrategia sobre la marcha, adaptándose a las circunstancias que vayan surgiendo”.
Rubén Reyes, director ejecutivo de PuedoSerConsulting, empresa especializada en el diseño de proyectos de gestión y desarrollo del talento humano, afirma que es fundamental tener claro por qué lo hace, “saber qué nos mueve como personas, cómo es que obtenemos nuestra mayor satisfacción personal”.
Más allá del dinero
Además, la razón para lanzarse a poner en marcha un plan B debe ir más allá del dinero, pues según Juan Pablo Correales, jefe del área de Innovación y Emprendimiento de la Escuela Internacional de Ciencias Económicas y Administrativas de la Universidad de La Sabana, un alto número de emprendimientos fracasa precisamente porque no hay la suficiente pasión en el emprendedor.
“Uno tiene algunos malos conceptos en la vida, uno de ellos es ‘quiero mejorar mis ingresos, me voy a hacer empresario’. Ese es uno de los errores típicos de las personas que quieren dejar el trabajo. Es mejor apoyar proyectos con otros socios antes de dejar su empleo. Y si finalmente se decide a salir a emprender, debe hacerlo porque le gusta.
Se trata de ser feliz con lo que uno hace, y en ese sentido es válido un plan B. Si se trata solo de mejorar su ingreso, piénselo dos veces; puede perder mucho dinero y tiempo de vida”, asegura el experto.
Merayo agrega que la mayor parte de los negocios de emprendimiento personal fracasan en menos de tres años no tanto por falta de dinero sino por no responder a un proyecto realista e innovador al tiempo.
“Las cosas en los primeros tiempos siempre son difíciles. Para la realización concreta de cada día hay que mirar el plan B a corto plazo, pero también hay que tener la mirada puesta en un horizonte de cinco años y no esperar crecimientos explosivos, ni mucho menos milagros. El único milagro es la ilusión, ponerle alma, corazón y vida, aplicar el sentido común, ser realista, ser diferente, adaptarse constantemente, rodearse de los mejores, pensar en las necesidades reales de los clientes”, asegura.
“Dicho de otra forma: tendrá el mayor éxito el que mejor sepa trabajar y aprovechar sus oportunidades y ser flexible ante el cambio. El orden, la legalidad, la excelencia, siempre serán premiados. Como dice un amigo: ‘Todos los negocios son buenos; lo que hay es que saber manejarlos’”, anota Rubén Reyes.
La planificación y el compromiso son fundamentales para el desarrollo de un negocio exitoso.
Salir de la zona de confort, lo más difícil.
¿Para qué meterme en líos si ya cobro a fin de mes? ¿Qué necesidad tengo de arriesgarme? ¿Seré capaz de reinventarme? Son las preguntas más frecuentes de quienes desean un cambio de vida, pero temen salir de la zona de confort, ese estado mental donde se sienten satisfechas todas las necesidades y expectativas.
Pues según Arturo Merayo, la respuesta no siempre ha de ser: “Sal y construye algo diferente”. Es legítimo permanecer donde se está y no todo el mundo está obligado a emprender un plan B. Pero a veces la persona nota que necesita hacerlo: que solo tiene una vida y que quiere que tenga que ver precisamente con ese sueño.
“Es una aspiración vital, contundente, que está ahí durante años llamándote una y otra vez. En esos casos hay que salir de la ‘zona de confort’, y para eso la inteligencia emocional es fundamental: adaptabilidad, vencimiento de miedos, autocontrol, iniciativa, optimismo, conocimiento de uno mismo, establecimiento de vínculos y alianzas… Por lo que se refiere a los aspectos financieros y administrativos, hay especialistas que saben de eso. Uno no debe tener la pretensión de hacerlo todo: puede salirle carísimo no centrarse en aquello que sabe hacer bien”, asegura.
En ese sentido, Juan Pablo Correales hace una reflexión interesante, y es que si está en su zona de confort pero es infeliz, hay que sopesarlo porque no va a rendir nunca en su trabajo como podría hacerlo, y siempre hay gente más dispuesta a llevarlo a cabo. Antes de que alguien decida por usted, es mejor pensar en la responsabilidad de lanzarse a un proyecto propio y no desfallecer en el primer intento.
Según los expertos, las personas intuyen por dónde les gustaría encaminar sus vidas, qué tendrían que hacer para ser más felices y saben hasta qué punto están cansadas de la actividad que desarrollan, y eso puede ser un elemento más que las impulse al plan B.
“Pero, ¡ojo!: uno no se lanza al plan B para huir de otra realidad. El plan B ha de ser bien diseñado y es más un ‘tengo un sueño’ que un ‘a ver cómo me largo de aquí’”, sostiene Merayo.
¿Todos debemos tener un plan B?
Según Merayo, hay personas que no sienten la necesidad de tener un plan B jamás, y no pasa nada. Hay algunas que la sienten, pero no tienen el coraje o el talento, y tampoco pasa nada.
“Uno debe ser feliz en las circunstancias en las que está, y no se trata de comportarse de un modo porque los demás realicen esto o lo otro. La felicidad no depende tanto de lo que me pasa, de las circunstancias externas que me rodean, como de lo que pienso acerca de lo que me pasa. Es decir, es la actitud con la que se encara la vida. Ante similares circunstancias de familia, trabajo, salud… unos son muy felices y otros infelices. ¿Por qué? Por lo que piensan sobre esas circunstancias. Pues bien, el plan B es para aquellos a los que una voz interior les insiste un día y otro en que hay un sueño pendiente de cumplir. Esa voz no suena para todos; ni falta que hace”.
El momento oportuno
Juan Pablo Correales aconseja arrancar el plan cuando se es joven, ya que uno de los factores que más detienen a un emprendedor cuando está empleado es dejar la zona de confort.
«En la medida de lo posible, cuanto más joven se pueda comenzar y haya menos compromisos, mejor. Esto no quiere decir que lo haga recién salga de la universidad, pues debe darse unos años para aprender, capacitarse y adquirir herramientas para lograrlo».
Si es casado (a), piense que alguno de los dos puede encargarse de manejar un proyecto empresarial en familia. Uno puede aportar el dinero y el otro, el trabajo.
Antes de arrancar
Arriésguese si siente que eso es lo que quiere hacer. Este componente emocional es decisivo porque quizá abandone un trabajo seguro y confortable para meterse en una zona de incertidumbre. En ese caso, solo la ilusión compensa el riesgo.
Haga números, valore los medios técnicos, humanos y económicos y trace un plan estratégico creativo e innovador. Los números tienen que adecuarse con imaginación a ese plan de manera realista. Por ejemplo, si quiere montar una peluquería porque es la ilusión de su vida y tiene talento, no puede ser una peluquería cualquiera: ¿A qué tipo de gente va a llegar? ¿Qué va a hacer diferente para no ser como las demás? ¿Qué servicios complementarios puede dar? Es decir, buscar un mercado muy definido y lograr la diferenciación es algo importante.
Hay muchos libros que enseñan a pensar en la estrategia no desde las cifras financieras difíciles de comprender, sino desde el sentido común, y así ayudan a perfilar un modelo de negocio viable. Ir leyendo esos libros mientras se alimenta la esperanza en el plan B puede ser muy estimulante.
Rubén Reyes aconseja arriesgar una parte no significativa del propio patrimonio y del tiempo libre para ir entrenándose como emprendedor o como asociado (en el caso de una aventura colectiva).
El éxito no es solo ingenio (malicia indígena, dirán algunos) sino también trabajo (sudor y lágrimas), por lo que laborar doce o más horas diarias, un programa de ejercicios, un verdadero grupo de apoyo y reservas financieras pueden hacer la diferencia.
Lea mucho, tome cursos, busque expertos. “Planear mucho es definitivo, hacerlo con detalle, anticiparse. Ser positivo, atreverse a ver que hay opciones, que poseemos los recursos internos suficientes. Comprender que el éxito es relativo, que lo define qué nos hace feliz y qué queremos hacer en esta porción de tiempo”, afirma Reyes. Más información en: Cícero formación: www.ciceroformacion.es. bit.ly/ciudademociones / Puedoserconsulting. www.puedoser.com. / universidad de la sabana.www.unisabana.edu.co