Diego Sepúlveda Falla es uno de esos tantos cerebros fugados de Colombia, uno de esos que hacen ciencia en el exterior, uno de esos que son premiados fuera del país y que aquí poco se les reconoce. Diego no es el único, es entre muchos —en diferentes partes del mundo— un médico que aporta a la ciencia desde afuera porque acá no existe ni la infraestructura, ni la red de conocimiento para hacerlo de manera competitiva y, mucho menos, el presupuesto para lograrlo. Por esa razón, dice él, es que no regresa, por ahora, a Colombia.
“No puedo volver, no porque no se pueda hacer ciencia en el país sino que todo depende de qué investigación o cuál sea el interés en la investigación y para lo que yo quiero seguir haciendo, en Colombia no existen los medios. La mejor muestra de por qué no volvería a Colombia es lo que está pasando en este momento con el programa Es tiempo de volver, de Colciencias. Varios científicos llevan varios meses sin sueldo y Colciencias no les han solucionado nada. Lo más grave es que Colciencias habla de graduar más doctores, de avalar más grupos de investigación, de repatriar científicos y lo que no me explico es cómo pretenden sostener eso, si el presupuesto sigue siendo lo mismo de bajo. Es traer o preparar más gente a competir por la misma plata. Ese no es un panorama en el que me interese participar. Si la ciencia en Colombia progresa avalada por una buena financiación puede ser una opción para los que estamos afuera, antes no”, reflexiona Diego.
El premio
Este médico y cirujano de la Universidad de Antioquia lleva ocho años en Hamburgo, Alemania, investigando los cerebros con alzhéimer familiar hallados en Antioquia, labor que comenzó desde aquí, en el grupo de Neurociencias de Antioquia, mientras cursaba el pregrado. Fue con una investigación y la posterior publicación de un artículo en la revista Journal of Clinical Investigation el 1 de abril de 2014, que este colombiano fue premiado en febrero de este año por la Fundación Erich Martini, gracias a su trabajo sobre los mecanismos patogénicos de la enfermedad hereditaria de alzhéimer.
En otras palabras, se refiere a rastrear la causa de un síntoma específico en los pacientes de alzhéimer familiar. Estos pacientes aunque tienen demencia tipo alzhéimer, no todos cursan con los mismos síntomas durante la demencia, algunos de ellos tienen problemas motores.
“Eso habla de una disfunción cerebelosa, identificamos cuántos pacientes tienen este problema, en qué momento de la enfermedad aparecen los síntomas —por lo general, antes de que empiece la demencia—. Estudiando los cerebros y el cerebelo encontramos que hay unas células que están prácticamente desaparecidas en estos pacientes y las pocas células sanas tienen anormalidades. Toda esta patología la relacionamos con un déficit en el metabolismo del calcio en estas células. Eso lo encontramos en los pacientes, reproducimos los hallazgos en un modelo celular y en un ratón transgénico para una mutación similar a la de los pacientes. Es un trabajo muy completo porque lleva desde la clínica hasta la biología molecular. Eso fue lo especial de nuestro trabajo porque llevar la parte clínica a la molecular, no siempre se logra. Me tomó tres años trabajar en la producción de este artículo en el que colaboramos 15 personas en 5 países, la cantidad de trabajo es inmensa. Este fue un trabajo en equipo”.
Cómo llegó a Alemania
Luego de su labor en Neurociencias llegaron varias oportunidades de continuar el estudio del cerebro con alzhéimer en otros países. Debía escoger entre Arizona, Estados Unidos y Hamburgo en Alemania. Esta última lo cautivó por el reto que representaba, por el idioma, por la diferencia de culturas.
Allí llegó como investigador invitado, terminó trabajando de tiempo completo en el Instituto de Neuropatología del Hospital de Hamburgo y realizó un doctorado en medicina para enrolarse en el sistema investigativo alemán.
“Fue un cambio fuerte. Alemania es un país dividido por regiones y cada una tiene una personalidad específica. Hamburgo es el norte, es protestante y hay más similitudes con los países nórdicos, eso hace que la gente sea muy amable, cívica, eficiente, puntual, pero no es cálida en el trato personal. Entonces para un colombiano y paisa, es un choque muy fuerte y si a eso le añadimos el clima y el idioma que no es el más amable para un hispanoparlante… Al principio tuve algunas dificultades, pero uno encuentra la manera de adaptarse”, dice.
Su madre, el precio más alto
Entre ese proceso de acomodarse al país, 18 horas de sol en verano y 18 horas de oscuridad en invierno, las largas jornadas en el laboratorio, otras más en el escritorio produciendo artículos, coordinando varios investigadores alrededor del mundo, Diego asegura que el tiempo, el país, el clima, la gente, el idioma no han sido los sacrificios más grandes a los que ha debido enfrentarse en su vida de científico en Alemania. “Llevo ocho años separado de mi mamá y para mí ese es el costo más alto que he pagado”, asegura. Tal vez un costo que no se compara con nada, pero que le ha permitido cumplir con sus propósitos.
¿Y el premio? “Todavía estoy tratando de entenderlo. No soy alemán, aún se me escapan ciertas sutilezas del sistema académico y científico alemán. Por lo pronto sé que el premio le debe abrir puertas a uno y en el momento de aplicar a un trabajo, o ahora que estoy aplicando para conseguir fondos para iniciar acá un grupo de investigación propio, en teoría el premio debe colaborar con eso”, señala.
Médico para ser útil
Diego llegó a la medicina por convicción, esa que no surgió de inmediato, le tomó su tiempo. Antes de ser médico estudió diseño gráfico pero desertó y viajó hasta hallar eso que le daría sentido a su vida. “No le vi sentido al diseño, no quiero decir que no lo tenga, eso no lo puedo juzgar yo sino que no le veía sentido a lo que estaba haciendo. Entonces abandoné la universidad y estuve andando Colombia, terminé viviendo en Cartagena vendiendo collares, hasta que me senté a pensar que quería hacer con mi vida algo útil, entonces llegué a la conclusión que sería como médico y ahí empecé”, relata.
Tal parece que su premisa de vida se ha cumplido, desde Alemania trabaja por lograr resultados concluyentes sobre el alzhéimer hereditario. Como él muchos otros cerebros fugados trabajan desde diferentes partes del mundo, en diversas disciplinas. “Colombianos en el extranjero somos muchos y haciendo ciencia no bajamos de tres mil, hasta donde sé, estoy seguro que están haciendo cosas muy buenas porque del país salimos muy bien formados académicamente. Hay mucha gente haciendo muchas cosas y ojalá eso lo destacarán también. Yo no soy el único”, concluye Diego.